El arte es inútil, pero necesario. En tiempos en los que conceptos como la excelencia, la flexibilidad o la verdad han sido rebajados hasta convertirse en ideas-basura al servicio de intereses bastardos, se hace imprescindible reivindicar el valor intrínseco y trascendente de las personas y de su trabajo. La creación artística forma parte de ese núcleo duro de la dignidad humana que cultiva la verdadera educación.

Nuestro ecosistema se ha convertido en un mundo de mensajes banales que satisfacen el hambre insaciable del consumismo y de la sociedad del espectáculo. Los seres humanos se educan para ser mejores productores y consumidores, pero no para ser mejores personas o mejores ciudadanos. Cuando nos asomamos al mundo, nos estremecemos. Y poco más. El progreso moral de una comunidad necesita, de una manera que resulta casi ininteligible, el cultivo de las artes como mejora estética, como mejora ecológica y como mejora moral. La verdad sale de las manos.

El relato sobre la experiencia artística que te proponemos discurre en torno cuatro ideas centrales: La necesidad del arte en nuestras vidas, la aportación del aprendizaje, la riqueza de la diversidad y nuestro papel protagonista y transformador de eso que llamamos Cultura.

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